10 dic 2008

LAS OTRAS ALMAS MUERTAS, FÉLIX DE AZÚA (xogador de chica)


Un amigo que ahora vive en Bombay pasó muchos meses caminando por el sur del continente con el fin de conocer de primera mano la vida rural india, tan distinta de la urbana. Contaba luego muchas historias cautivadoras, pero la que más me chocó fue una constatación: la de que había pueblos amables y pueblos odiosos, separados por apenas una decena de kilómetros. Iguales en todo, menos en su aprecio por el prójimo.

En su peregrinaje había encontrado aldeas donde, en cuanto divisaba las primeras casas, le rodeaba una población hostil, malencarada, bravucona. Siempre acababa haciendo aparición un gurú que le gritaba agitando un garrote, aunque era perfectamente consciente de que mi amigo no entendía una sola palabra. Y acababan por expulsarle de mala manera, cuando no le robaban la mochila. Diez kilómetros más adelante, sin embargo, entraba en otro lugar donde le recibían sonrientes, los niños bailaban a su alrededor, las jovencitas curioseaban mostrando dientes blanquísimos, le ofrecían agua y se afligían si no aceptaba un cuenco de arroz.

El recio igualitarismo que soportamos los europeos hace difícil creer en una diferencia moral profunda entre vecinos. No esa falsa diferencia llamada "identidad" que es una abstracción narcisista y metafísica, sino otra más profunda que funda la verdadera diferencia entre comunidades felices y comunidades infames.

Imagino yo a los munícipes de Azpeitia, en cuyo ayuntamiento ultranacionalista ni siquiera lograron condenar el asesinato de un ciudadano nacionalista, como uno de esos lugares en los que la temperatura baja seis grados en cuanto cruzas el umbral. Terrible detalle el que remarcó Santiago González: no se interrumpió la partida de mus del asesinado (ver imaxe).

"La portada más explicativa de la tragedia bufa que se lleva desarrollando en Euskadi durante las últimas décadas. Un drama a medio camino entre las novelas de Leonardo Sciaccia, el cine italiano de los 6o y 70 y 'La vida de Brian'. Eso es todo."

La fotografía de Mitxi es atroz, tan atroz que quizás no diga toda la verdad. Pudo ser un homenaje.

Donde no se respeta la vida, sólo hay muertos vivientes. La buena gente de Azpeitia estará deseando huir de sus infames paisanos. Hay pueblos amables, acogedores y con sangre en las venas a pocos kilómetros. Pueblos que no celebran la muerte.

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